Tragos









Atras











Infinitos Martini

Reflexiones

Si todo es Martini, nada es Martini
Esa equilibrada mezcla, seca como un latigazo, servida siempre en la grácil copa campanita, de diseño simple y exquisito se está transformando de trago individual en un género. ¿Cómo puede ser que el bar del deslumbrante cinco estrellas Mandarin Oriental de Miami haya una carta con doscientos ochenta Martinis?. Tremendismo o desmesura a la que los americanos son afectos. Todos muy buenos, por supuesto. Pero están muy lejos de su esencia original. Porque con gin, pizca de vermouth seco y hielo para trabajarlo, hay pocas variantes. A lo sumo cambiar el chiste del fondo de la copa, cebollita o aceitunas. U otra variante más: el que sale con dos aceitunas en lugar de una, combinación que tiene su razón de ser: la primera es un piso para el trago, y se toma antes de beberlo, la segunda para despertar las ganas (de otro). La secuencia no puede ser infinita. Un Martini clásico bien hecho, bien trabajado, como dicen los barmen, casi artesanalmente revolviendo el hielo con la mezcla, resulta menos alcohólico y exhibe una falsa inocencia.

Volviendo a la multiplicidad de Martini. El reemplazo del gin por vodka o por sake por ejemplo, transforma la esencia. Cierto, hay vodkas perfumadas: Absolut tiene con sabor a limón, a mandarina, a frutas rojas, y se abre un campo de posibilidades. Algunos barmen - (Bar 6 y Soul Café en Buenos Aires), maceran en vodka pimienta, jengibre y otras hierbas. Más posibilidades: algunos añaden una pizca de jugo de frutas, por ejemplo mango o fruta de la pasión para tropicalizarlo. Todo muy lindo, pero ¿donde te has ido Martini que no te puedo hallar? Porque todos estos tragos pueden ser maravillosos, creativo, duros o blandos pero están lejos del hitórico ,ese que los argentinos llamaban clarito.

Sucede que esa copa, paradigma de diseño, minimalista y elegante ha inspirado no sólo a los tragos. Ese continente sirve para todo: desde tortilla de papas (la probé en España) hasta gazpacho, vichyssoise, cebiche, o como recipiente para el amuse bouche (appetizer, pequeña porción para hacer boca), hasta el coup de milieu, o trou normando y como continente para el postre, sobre todo si este consiste en helados con champagne.

Es una prueba filosófica de la confusión entre forma y esencia. La gran moda en Francia- tan exquisitos siempre- se me ocurre aberrante, pero inmediatamente los neoyorquinos más snobs se apropiaron de la formula nacida en el parisino bar Flute: Martini de chocolate. Un horror.

 




Arriba